Punto literario: Mujeres víctimas y victimarias, Crónica de una muerte anunciada

Por: Carmen Cecilia Quintero Lozano

Subdirectora de Educación y Cultura

“Se volvió lúcida, imperiosa, maestra de su albedrío, y volvió a ser virgen solo para él, y no reconoció otra autoridad que la suya ni más servidumbre que la de su obsesión”

Gabriel García Márquez

Nombre de la obra: Crónica de una muerte anunciada

Autor: Gabriel García Márquez

            Ciudad: Barcelona

            Año de publicación: 1981

            Editorial: Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.

            Fecha de edición: 2015, en formato digital

Número de páginas: 89

Esta novela fue escrita por Gabriel García Márquez (Aracataca, 1927 – México, 2014) Premio Nobel de Literatura en 1982.

Crónica de una muerte anunciada reconstruye los hechos ocurridos en torno a la muerte de Santiago Nasar a manos de Pedro y Pablo Vicario, hermanos de Ángela, la mujer que fue devuelta por su esposo en su noche de bodas, la noche anterior al crimen, al comprobar que no era virgen. De acuerdo con la confesión de Ángela, fue Santiago el culpable de su deshonra. Los gemelos le contaron a una docena de personas sus propósitos, y el sentimiento de fatalidad se apoderó de los habitantes del pueblo, pero nadie le informó a Santiago Nasar: “Muchos de los que estaban en el puerto sabían que a Santiago Nasar lo iban a matar” (García, G. p. 13), pero “nadie se preguntó siquiera si Santiago Nasar estaba prevenido, porque a todos les pareció imposible que no lo estuviera” (p. 14).

El autor juega con el tiempo y relata los sucesos adelantándose al futuro, mostrando ese presente y yendo al pasado en una transición armónica que le da sentido a la historia. La novela atrapa al lector desde el inicio: “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana” (p. 3), porque cuenta el final de tal forma que abre las puertas a muchas expectativas para conocer lo ocurrido. En ese transcurso se conocen aspectos de esa sociedad remota del Caribe colombiano que llevaron al infortunado final; y uno de esos elementos que ofrece la clave para entender las actuaciones de los protagonistas, especialmente de las mujeres que no tenían voz y su rol era limitado a las labores domésticas, es la cultura, las costumbres, los códigos de honor y la forma de pensar de esa época.

Esa cultura puede explicar por qué los gemelos Vicario asesinaron a Santiago, convencidos de que hicieron lo justo porque aplicaron la moral, esa que moldea el comportamiento de las personas, y respondieron al estereotipo masculino de su comunidad, aprendido, heredado y ejecutado sin ningún filtro: “… los reconfortaba el prestigio de haber cumplido con su ley” (p. 56).

Gabriel García Márquez, como cronista, habló veintisiete años después con los protagonistas de esta historia, basada en hechos reales ocurridos en 1951. Él estuvo como invitado en la boda de Ángela y Bayardo: “Yo conservaba un recuerdo muy confuso de la fiesta antes de que hubiera decidido rescatarla a pedazos de la memoria ajena” (p. 31), y de alguna forma su relato expone lo sucedido como una reflexión sobre el sentido de obrar de esos seres humanos para tratar de entender actuaciones que siete décadas después pueden parecer incomprensibles. Con la mezcla de contrastes que encontró cuando algunos le decían que era una mañana radiante, otros que había un cielo turbio, encadenó esos pequeños relatos y dejó salir a la luz muchos dilemas determinantes que las personas y las comunidades enfrentaban ante hechos completamente humanos basados en el libre albedrío. Uno que particularmente llama la atención es el conflicto interno de las mujeres de esa época al sentir que como seres pensantes no tenían el poder de elegir. Verse sometidas a una moral machista, a ser invisibles a la hora de tomar decisiones que iban a afectar sus vidas, como el caso de Ángela, obligada a casarse con un hombre que ni siquiera conocía, y ante su comentario de la falta de amor por él, la respuesta potente de su madre es una frase digna de ser grabada en una lápida para no olvidarla: “También el amor se aprende” (p. 24).

Y aun cuando “para la inmensa mayoría solo hubo una víctima: Bayardo San Román” (p. 59), es claro que las mujeres de Crónica de una muerte anunciada también son víctimas, además de Ángela Vicario: Plácida Linero, por la pérdida irreparable de su hijo, pero también porque se casó por conveniencia en un matrimonio que “no tuvo un solo instante de felicidad” (p. 5); Victoria Guzmán, amante del padre de Santiago, quien “la llevó a servir en su casa cuando se le acabó el afecto” (p. 7); la hija de Victoria, Divina Flor, que “se sabía destinada a la cama furtiva de Santiago Nasar” (p. 7); Pura de Vicario, la madre de Ángela, “una mujer consagrada al culto de sus defectos” (p. 66), y muchas otras. Y en esa realidad histórica basada en una moral que solo convenía a los hombres, y cuanto más poderosos más merecida, la sociedad conjugaba todos los elementos para que el anhelo de las mujeres fuera casarse y su mayor valor fuera un punto físico del cuerpo sin el cual perderían su dignidad. También mujeres que las mismas costumbres volvieron victimarias, como Prudencia Cotes, que se casó con Pablo Vicario: “Yo sabía en qué andaban —me dijo— y no solo estaba de acuerdo, sino que nunca me hubiera casado con él si no cumplía como hombre” (p. 45). La misma Pura de Vicario, quien “había hecho más que lo posible para que Ángela Vicario muriera en vida” (p. 64).

Así, García Márquez interpretó la historia a su manera y expuso la rigidez de las costumbres de ese tiempo, que privilegiaron a los hombres e ignoraron a las mujeres como seres con derechos. La novela puede verse como una forma de crítica social a esa comunidad que tiene sentimientos encontrados por la severidad de las normas de conducta que tanto hombres como mujeres debían acatar.

Referencias

García, G. (2015). Crónica de una muerte anunciada. Barcelona. España. Penguin Random House Grupo Editorial. Kindle Paperwhite, generación 10. 

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